viernes, 27 de febrero de 2009

35 años después ... Martín Mozé


35 años después... Martín Mozé
"Agradezco a los que me ayudaron a reconstruir el rompecabezas de mi historia", dijo Martín Ernesto Mozé Acosta luego del fallo en que la Cámara de Familia le otorgó el derecho a usar el apellido de su padre, Miguel Angel "Chicato" Mozé, recordado referente de la Juventud Peronista de Córdoba y uno de los primeros presos políticos asesinados durante la dictadura en el penal de barrio San Martín.

Alegría y emoción en Martín y en su mamá Olga después de conocerse el fallo

Por Alexis Oliva - Prensared

Con unos cuantos años más de edad que los 27 que tenía su padre al ser asesinado el 17 de mayo de 1976 en el primer fusilamiento colectivo de presos políticos perpetrado por la dictadura militar en Córdoba, hoy -por fin- Martín pudo obtener su identidad completa: Martín Ernesto Mozé Acosta (Ver Necesito que en mi documento diga Mozé).
Hoy -por fin- Martín pudo añadir al apellido de su madre, Olga Acosta, el de aquel militante peronista y revolucionario del que acaso guarda un recuerdo difuso, tan difuso como nítida es la dedicatoria que Miguel Angel Mozé escribió "para mi querido hijo Martín" en una tarjeta navideña que salió de la Unidad Penitenciaria N° 1 de barrio San Martín escondida entre los pañales del niño.
Esa tarjeta, recuerdo de aquella Navidad de 1975, la última en que Miguel podría ver a su hijo y la última de su vida, fue una de las tantas pruebas que apuntalaron este fallo de la Cámara de Familia de Primera Nominación de Córdoba que hoy -por fin- reconoció a Martín su filiación pos mortem con aquel ex seminarista que abrazó la opción revolucionaria en la organización Montoneros y llegó a ser titular de la Juventud Peronista de Córdoba durante los años de la "primavera" sententista (Ver El hijo olvidado).
La primavera revolucionaria mutaría en invierno represivo y lo privaría de ese padre que no alcanzó a reconocerlo "legalmente", porque los asesinos de Luciano Benjamín Menéndez podían darse el lujo de matar hasta los prisioneros "legales".
Pero hoy -por fin- el Estado democrático por lo menos concedió a Martín el derecho a usar el apellido de aquel joven al que el Estado terrorista asesinó.
Quizás hoy -por fin- este joven de 35 años, idéntico hasta en los anteojos al "Chicato" Mozé, haya podido aclarar estas paradojas antes de dirigirse al enjambre de periodistas -tantos como solía convocar su padre cuando era "el jetón de la JP"- que lo aguardaban en el hall de los Tribunales de Familia para estrenar su flamante y completa identidad: "Hoy se ha hecho justicia, 35 años después. Por una cuestión de seguridad y protección, no tuve el apellido Mozé, que era el que me correspondía. Y hoy la Justicia ha restituido mi verdadera identidad. Yo no he sido un niño apropiado, como otros compañeros, y gracias al trabajo de Abuelas, de Marité Sánchez (su abogada) y a mi madre que me ha criado y me ha cuidado, gracias al reencuentro con mi familia paterna a la que también le agradezco, y a todos mis amigos compañero de HIJOS, de Hermanos, de Familiares y a todos los que me han ayudado a reconstruir este rompecabezas de mi historia".
"Estoy totalmente agradecido de todos y aprovecho ahora para que se sepa que hay más de 500 niños apropiados, que no tuvieron la suerte que yo de saber su identidad, y los seguimos buscando. Si tienen alguna duda por favor que se acerquen a Abuelas, a Hermanos, a los organismos de derechos humanos, porque los estamos buscando y necesitamos justicia. No solamente en la restitución de la identidad y la búsqueda de nuestros hermanos, sino también en las causas que este año por fin llegarán a su luz, como el juicio de la UP1, donde fue fusilado mi padre. Esperamos justicia, por él y por los treinta mil compañeros desaparecidos", finalizó Martín Ernesto Mozé Acosta, antes de abrazarse primero con su madre y luego con cada uno del centenar de compañeros suyos y de aquel otro joven del que -por fin- pudo heredar el apellido.
Detrás quedaron la obligada clandestinidad, los abnegados silencios, las incómodas preguntas infantiles, los dolorosos desencuentros y un proceso judicial en el que desfilaron doce testigos -militantes de ayer y de hoy, familiares, amigos y periodistas- para traducir en derecho lo que era una verdad de hecho, tan evidente como el parecido físico, tan incontrovertible como la frase escrita en aquella tarjeta de Navidad, tan ensordecedora como el aplauso que coronó esta jornada.
Tal vez ahora -por fin- el Estado democrático también le permita a Martín ver pagar sus culpas a los asesinos de su padre.

Se agradece a Alexis Oliva, de la Agencia de Noticias del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba http://www.prensared.com.ar/

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Que la sangre de los mártires caiga sobre la cabeza de los mercaderes"
Miguelina MOZE